Mi padre me cuenta que fue a ver 50 sombras de Grey, aclara que fue con engaños. Sea así o no, me da gusto. Veo a ese hombre que ha pasado de un pequeño ejido a ser ahora usuario de celular y un visitante asiduo al cine; que ha pasado de los valores rurales a asomarse a la ventana de otras mentes y otros mundos, gracias a lo que lee, ve y hasta habla con sus hijos, totalmente inmersos en otra cultura (debo decir "otras culturas").
Y ese hecho y el reciente 14 de febrero me hacen recordar que en cada cumpleaños de mi mamá, día de su santo, día del amor, día de las madres, aniversario de bodas, navidad, mi padre le regalaba una enorme caja, perfectamente envuelta, con lencería y ropa interior.
Yo esperaba a que la habitación de mis padres quedara sola para abrir el regalo y curiosear entre las hojas de papel de china y la seda y el encaje y el satín.
Eso me hacía sentir tranquila y fuerte. Me hacía sentir que mi padre amaba a mi madre, que ellos tenían un mundo que era sólo de ellos, que mi padre creía en la delicadeza y dignidad de mi madre por eso buscaba para ella esas hermosas y suaves telas.
Me da profunda alegría saber que mi madre, en su corta vida, sintió ese amor y ese cuidado y ese deseo de mi padre.
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