Hay un silencio fecundo. Ese silencio externo, de mirada perdida, de mente ida, pero que dentro está lleno de palabras, de otros, de la vida paralela de esos otros. Esas historias que se tejen para parecer reales. Mientras más reales quieres que parezcan, tu mirada, tu mente, tus palabras externas son más ausentes.
El silencio ha provocado males. Nunca antes había sucedido en esta dimensión. Ahora el silencio me aterra por sus efectos. ¿Y qué hacer cuando es necesario? Cuando es necesario para esa vida paralela de esos otros que habitan en la mente y que hablan tan fuerte que tienes que callar, porque sólo en ese silencio fecundo, el de la escritura, la ventana se abre y esos otros pueden irse, volar, dejar de ser.
*Fotografía de Eikoh Hosoe
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