Piénsalo, y me llamas, pidió la doctora que quiere que ponga fecha a la operación.
Piénsalo.
Piénsalo.
Pensaba en todo, menos en la fecha.
Pensaba en todo lo que no quiero pensar.
En mis genes irremediablemente mordidos por el cáncer.
En que no es cáncer.
En que estoy sola.
En que puedo sola.
En que debería llorar. En que no tengo razones.
En que estoy harta de estar siempre de pie. En que no he tenido razones para caerme.
Pensaba y borraba.
Pensaba y borraba.
Llegué a casa. Y en el estudio encontré mi cómplice para no pensar. Encendí la computadora, busqué papeles de la oficina para trabajar. Y se fue la luz.
Oscuridad total de diez de la noche. Silencio total de noche.
El silencio trae esos sonidos lejanos, solitarios, que hacen más silencioso el silencio: un perro ladrando a lo lejos, y un zumbido más; una ambulancia fugaz, y un zumbido más; el estertor melancólico de un trailer solitario en alguna carretera, y un zumbido más; los grillos e insectos, y un zumbido más.
Todos esos sonidos que sólo forman parte del silencio.
Y ese zumbido que sólo vibra junto con tu cuerpo cuando todo es silencio
¿De dónde proviene ese zumbido? No sé. Está en los oídos, en el pecho, transpirando en toda tu piel, deslizándose por tus venas y por la respiración. Es el zumbido de la vida. El sonido del cuerpo cuando está en silencio y reposo. El sutil poder de la sangre que corre. El aviso de la respiración antes de exhalar y antes de inhalar. El temblor vital que se sincroniza con el cosmos, en medio de tu silencio y soledad.
Piénsalo. No hay nada más que hacer, sólo pensar.
Piénsalo.
Piénsalo.
Piénsalo.
Piénsalo.
Pensaba en todo, menos en la fecha.
Pensaba en todo lo que no quiero pensar.
En mis genes irremediablemente mordidos por el cáncer.
En que no es cáncer.
En que estoy sola.
En que puedo sola.
En que debería llorar. En que no tengo razones.
En que estoy harta de estar siempre de pie. En que no he tenido razones para caerme.
Pensaba y borraba.
Pensaba y borraba.
Llegué a casa. Y en el estudio encontré mi cómplice para no pensar. Encendí la computadora, busqué papeles de la oficina para trabajar. Y se fue la luz.
Oscuridad total de diez de la noche. Silencio total de noche.
El silencio trae esos sonidos lejanos, solitarios, que hacen más silencioso el silencio: un perro ladrando a lo lejos, y un zumbido más; una ambulancia fugaz, y un zumbido más; el estertor melancólico de un trailer solitario en alguna carretera, y un zumbido más; los grillos e insectos, y un zumbido más.
Todos esos sonidos que sólo forman parte del silencio.
Y ese zumbido que sólo vibra junto con tu cuerpo cuando todo es silencio
¿De dónde proviene ese zumbido? No sé. Está en los oídos, en el pecho, transpirando en toda tu piel, deslizándose por tus venas y por la respiración. Es el zumbido de la vida. El sonido del cuerpo cuando está en silencio y reposo. El sutil poder de la sangre que corre. El aviso de la respiración antes de exhalar y antes de inhalar. El temblor vital que se sincroniza con el cosmos, en medio de tu silencio y soledad.
Piénsalo. No hay nada más que hacer, sólo pensar.
Piénsalo.
Piénsalo.
Comentarios
Te felicito por la iniciativa... y agradezco a la vida la coincidencia.
Pero el mejor resultado debe ser el de tu salud y te deseo toda la suerte y la salud del mundo y no está de más recomendarte "La enfermedad y sus metáforas" de su majestad La Sontag y este ensayo de una periodista gringa
http://www.findarticles.com/p/articles/mi_m1111/is_1818_303/ai_79665310
Ánimo Marian, verás que todo saldrá muuuuy bien.
atte. sylvia from silly(con) valley