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Estas sí son preguntas de una obsesiva




1. ¿Todos los pilotos agrícolas usan cachuchas?
2. ¿Por qué no usan sombrero?
3. ¿Cómo que existe otra familia de aviones Piper que se llaman Bravo?
4. ¿Qué diferencia hay entre un Piper Pawnee y un Bravo?

Las preguntas 1 y 2 se las hice a mi hermano Jorge mientras compraba en el Walmart. Y del otro lado sentía su desconcierto ante la pregunta: ¿Qué carajos le pasa a mi hermana por la mente?

Las preguntas 3 y 4 se las hice anoche a mi sobrino Juan, de 16 años, que sabe mucho de aviones. Él no estaba tan desconcertado por mis preguntas sino por mi escritorio: el corcho lleno de fotos de pilotos fumigadores, líneas del tiempo, fetiches que he colgado ahí (como mi pulserita roja del FONCA para poder comer en mis días por Veracruz), CDs y libros como una trinchera para mi laptop…

Anoche escuchaba con atención y embeleso a Juan, hablándome de usted, como lo hace, con su bigote incipiente, diciéndome emocionado que tiene una foto de un avión tomada desde arriba por otra avioneta y donde la cortina de veneno se ve completita, “¿la quiere tía?”, aclarándome que los Bravo están hechos de lámina, no de tela, y que los virajes cortos son casi imposibles, “verá qué pesados y grandes son esos aviones, tía”.

Cuando Mariana, Rabito y mis sobrinos se quedaron dormidos yo no podía dormir. Muchas preguntas por hacer a mi sobrino. Pero sobre todo una, generacional: ¿No te ha cruzado por la mente ser piloto como tu papá?

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