En mi primer día de clases en Teología, en la Universidad Pontificia de Salamanca, ahí estaba él. Un hermosillense en España. Y en Teología.
Nos hicimos vecinos de pupitre. Amigos. Cómplices en nuestras carrillas muy sonorenses hacia los maestros y compañeros en ese ambiente de sobriedad en un aula donde se habla de Dios como ciencia, en la que los alumnos son varones (excepto yo) que quieren ser sacerdotes (sobra aclarar que excepto yo).
Luis no quería ser sacerdote. No lo sabía. Era egresado de Comunicación en la Uni. Teníamos amigos en común en España. Y muy pronto su amiga Edith pasó a ser común (bueno, ni modo, Luis, debo admitir que más mía, porque ahora ella es mi Th).
Gracias a él el ambiente era más llevadero. Gracias a él persistí en el latín hasta que entendí. Gracias a él la clase de latín era la más divertida. Gracias a él podía contar con apuntes con letra perfecta y minuciosamente ordenados.
Mariana y él festejaban juntos sus cumpleaños, en un salón de seminaristas, con una asistencia digna de la ONU: españoles, chilenos, guineanos, cameruneses, mexicanos... todos con gorrito y espantasuegras.
Regresé a México. Él terminó Teología, luego hizo una maestría en Mediación Familiar. Y se decidió, o dejo de resistirse: Hoy mi amigo tan querido Luis, Luigy, mi cabroncito es un cura al que me gusta seguirle llamando cabroncito. Hoy Luis es un hombre más pleno, más completo, más libre. Lo veo.
Anoche cenamos. Y seguimos sin sernos ajenos. Conservamos ese humor tonto. Esa ingenuidad tan fuera de lugar. Y la fuerza de haber sido parte de algo que marcó su vida y la mía también.
Nos hicimos vecinos de pupitre. Amigos. Cómplices en nuestras carrillas muy sonorenses hacia los maestros y compañeros en ese ambiente de sobriedad en un aula donde se habla de Dios como ciencia, en la que los alumnos son varones (excepto yo) que quieren ser sacerdotes (sobra aclarar que excepto yo).
Luis no quería ser sacerdote. No lo sabía. Era egresado de Comunicación en la Uni. Teníamos amigos en común en España. Y muy pronto su amiga Edith pasó a ser común (bueno, ni modo, Luis, debo admitir que más mía, porque ahora ella es mi Th).
Gracias a él el ambiente era más llevadero. Gracias a él persistí en el latín hasta que entendí. Gracias a él la clase de latín era la más divertida. Gracias a él podía contar con apuntes con letra perfecta y minuciosamente ordenados.
Mariana y él festejaban juntos sus cumpleaños, en un salón de seminaristas, con una asistencia digna de la ONU: españoles, chilenos, guineanos, cameruneses, mexicanos... todos con gorrito y espantasuegras.
Regresé a México. Él terminó Teología, luego hizo una maestría en Mediación Familiar. Y se decidió, o dejo de resistirse: Hoy mi amigo tan querido Luis, Luigy, mi cabroncito es un cura al que me gusta seguirle llamando cabroncito. Hoy Luis es un hombre más pleno, más completo, más libre. Lo veo.
Anoche cenamos. Y seguimos sin sernos ajenos. Conservamos ese humor tonto. Esa ingenuidad tan fuera de lugar. Y la fuerza de haber sido parte de algo que marcó su vida y la mía también.
Comentarios
Hoy he vuelto a ver el blog que me dedicaste. Desde que me vine de Hermosillo, sabiendo que habías escrito sobre mí, quise haberte respondido. Era lo justo. Lo leí con emoción. Me gustó mucho y me sentí tan alagado, tan orgulloso de tenerte por amiga (por eso lo compartí con un compañero: "me han dedicado un blog", le dije). Pero había vuelto a mi trabajo y a mi vida. A veces me escudo en mi ministerio para evadirme de la realidad. Estar con Dios es mi anhelo: es donde mejor se está. Pero hay fuerzas como contrarias que nos empujan (sin ser dualista): unas hacia arriba, otras hacia abajo. Qué bien lo decía mi santa querida: "Qué extraña veleta es el corazón humano" (al menos en la serie de TVE); aunque algunas veces nos debatimos entre los cariños de aquí abajo.
Releo tu blog y me siento muy orgulloso. ¡Qué bien nos vemos reflejados por los ojos de los otros!
Tu corazón sé que también en ocasiones se debate. ¿Cuándo nos llegará la ansiada armonía?, cabría preguntarse. Y sin embargo, sufrir por amor es muy humano. Es vivir, vivir... y vivir es muy hermoso. Creo que no vale la pena vivir sin sufrir un poco o un mucho por el amor, amor que nos conecta al AMOR, amor que nos une a otros amores.
Ojalá yo también pudiera decir, más completamente, lo que otra buena santa: "Vivo de amor".
Como ves, Dios ya no me sabe a ciencia, me sabe a persona, muy grande: Jesús. Él fue el que me empujó a esto, estoy muy seguro. Aunque tantas veces me resistí... y aún ahora hay dudas y miradas hacia el pasado u otros caminos. Pero es seguro que Él me condujo a ser sacerdote, no tengo duda. Claro, uno puede resistirse, pero el amor de Dios es más fuerte.
¡Ay! Los cumpleaños de Mariana y míos... hace ya por lo menos diez años de eso. Y se siguen recordando con alegría. Ella enorme. Claro, con esa madraza que tiene.
Gracias por ser tu "cabroncito"... No sé si soy más pleno o completo o más libre. Respecto de muchas cosas, creo que sí. Pero me gusta decir como San Pablo: "llevamos un tesoro en vasijas de barro", y es tan frágil, que es necesario dejar a Dios que lo moldee y lo refuerce.
Y Edith... ¿Cuántos recuerdos de ella? Ojalá sea muy feliz. ¡Qué hermoso es poder encontrarse por esta vida (hacia Dios) personas como ella y como tú! No ajenas, sino con el corazón conectado, aun en la distancia y en el tiempo. Y ¡qué emoción ser recordado por nuestras risas! (He leído también su comentario).
A ambas, mis abrazos y mis recuerdos. Y si quieren, también mi bendición.
Luis