
...los mejores haikus son verdaderas poesías visuales, puesto que siempre,
inapelablemente, apresan un momento de la existencia en la que hay realidades
conexas siempre enaltecidas, pero no por la vía de la matraca huera o solemne,
sino por la de la austeridad radical, el desnudamiento más asombroso, la
atención más apabullante a lo mínimo esencial de la existencia, en la que se
juega verdaderamente la vida. En las famosas 17 sílabas obligatorias cabe todo
un mundo, y esos poetas se lo tomaron muy en serio, y buscaron ese despojamiento
para alcanzar visiones certeras de lo que existe y de cómo los ojos pueden
atrapar en las cosas el significado de nuestra vida, que, antes o después,
dejará de existir (ese sentido de la fugacidad humana tiene asiento en todos
ellos, y de la manera más serena imaginable, con templanza budista cuya belleza
aturde).
Ángel Rupérez, sobre Haikús clásicos (Blume. Barcelona, 2009), en Babelia.
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