Ir al contenido principal

Pilotos del Valle del Yaqui


Mi hermano Jorge encontró esta foto de Guillermo Tamayo. Mostraba a los pilotos del Valle del Yaqui por allá a inicios de los años 70.

Mi padre es el hombre de camisa oscura que está en el centro. Por ahí y por allá aparecen tíos, primos, amigos y hermanos de mi padre. Todos pilotos.

El segundo avión (si lo contamos de arriba hacia abajo, o del más lejano al más cercano) fue el primer avión de mi padre, un pawnee que tenía por matrícula XB WOQ.

Me gusta ver estas fotos. Me gusta ver ese mundo de mi padre. Me recuerda que detrás de ese padre sabio, ecuánime, emotivo está ese hombre intrépido, aventurero, desafiante.


Comentarios

Anónimo dijo…
- No te sucede que cuando ves fotos antiguas y sobre todo que en ella esté presente un ser tan querido como lo es tu padre, que te trasladas o al menos deseas hacerlo, a ese momento y tomar su mano, ver su sonrisa, sentirte a su lado, cuando en lo personal me sucede esto, siento una emoción que difícilmente sé expresar. Qué bonita foto, qué bello recuerdo, y sobre todo: Qué bien por compartirlo. Saludos,
Eidania
Hola, Eidania. Sí, algo así siento. Y lo que me sobrecoge es pensar en la vida de esa persona en ese momento. Con las fotos de pilotos, que he visto muchas ahora por mi novela, he notado que los ellos, sean del tipo que sean, guardan ese aire de heroismo, de estar entre dos mundos, uno que conocemos y otros que nos es ajeno. Y me sobrecoge.

Gracias por tu visita, porque así me permites compartirlo.
Anónimo dijo…
... Para mí esta es la primer foto de pilotos que veo, y ese libro ya lo estoy esperando, ahí veré mas fotos (espero), y sí, a eso me refiero cuando digo que deseas estar ahí en ese momento, como queriendo conocer algo mas de sus vidas y saber interpretar la expresión de esos rostros, de esas miradas; cuando he tenido oportunidad de ver fotos antiguas de la ciudad donde vivo, por lo regular hay personas en las mismas, y me encanta imaginarme cómo era la vida en esos tiempos, aquellos que a "ellos" les tocó vivir, yo estoy bien en mis tiempos, pero es tan bonito echar a volar la imaginación de vez en cuando.

Saludos Antonieta,

Eidania.
Yo lo que quiero es ya soltar ese libro y concentrarme en mi otro proyecto, pero sigo con mis tijeras en mano podando, puliendo :D este domingo es mi día límite, si no, nunca la soltaré.

Y también quisiera que un día la encontraras por ahí editada y la pudieras leer. Con fotos o sin fotos ;-)

¡Saludos!
Anónimo dijo…
Por casualidad tu padre no conoció a Daniel Saavedra Franco?
Le preguntaré a mi padre en cuanto hablemos. Gracias por pasar por aquí. Aquí mismo, en esta entrada, te responderé.
Anónimo dijo…
Muchas gracias te agradesco tu respuesta

Entradas más populares de este blog

Ceci, 12

Ceci de mi alma, Cuando leas esto ya tendrás 12 años. Una edad en la que las artes de la magia se convierten en empeño, esfuerzo, sabiduría forjada cada día, conciencia. Y eso te pediré hoy: un poco de magia para que me hagas estar contigo en ste momento, para que me sientas en tu corazón y en tu mente con la claridad con que me ves cada día a las seis de la mañana en la cocina, preparando todo antes de que te vayas a la escuela. Aunque, estando tan modorras, ¿podemos vernos con claridad? Mejor: con la claridad con que me ves cuando regresas de la escuela y me cuentas lo que pasó, mientras la comida termina de prepararse, y el celular suena y suena y suena con mensajes y el trabajo interminable, que tr fastidia un poco. Hay una escritora que dice que de alguna manera las mamás nunca podemos separarnos del todo de nuestras criaturas, porque hemos estado tan unidas una en la otra, desde el inicio de la vida, que es imposible. Y así como el misterio inicia, gestándose en el vientre

Capomo

Alicia, la novia de mi hermano Martín , me invitó a montar. A pelo. Sin silla de montar. Yo era niña. Tenía quizá 10 años. Anduvimos por el monte, lleno de brizna seca, con el sol muy bajo y naranja. En el silencio montaraz, ella me cantaba "La flor de capomo", ¿la conoces?, me preguntó. Le dije que no, entonces me la cantó en mayo. Este es uno de los momentos más memorables en mi niñez. Tiempo después, en una fiesta en el campo donde había música en vivo, mi padre quiso complacerme con una canción. "La flor de capomo", pedí, y mi padre sonrió extrañado y orgulloso a la vez. Desde entonces, para él esa es mi canción. Sí, esa es mi canción. Nunca he visto una flor de capomo. Queda poca gente que la ha visto. La flor de capomo crece en los ríos. Y ahora el río yaqui y mayo ya están secos, por lo que la flor de capomo es ya casi mítica. La raíz es muy extensa y con muchos tentáculos. Es como un estropajo estirable que se clava muy superficialmente en la tierra. El t

Mariana, 28

Mariana de mi alma, Desde que naciste me pregunté mucho qué sería de ti. Porque esa mirada profunda que parecía venir de otros mundos y otros tiempos, ese llanto intenso y que llenaba la habitación, o esa risa llena de luz y plenitud solo me llevaban a preguntar: ¿qué hará en esta vida? y sobre todo, ¿qué tengo que hacer yo, como su madre, para acompañarla? Desde entonces siempre te he visto llegar a los linderos, ampliar los límites, llevarte a ellos o más allá de sus coordenadas. No como alguien que rompe, sino descubre; no como alguien que se precipita, sino explora. Una especie de cartógrafa del ser. Sin tibiezas ni inmovilismos. Y pienso en lo afortunada que soy de conocer más allá de mis miras miopes gracias a ti, de ser empujada más allá de mis límites por ti. Siempre. Incluso hoy. Nada de medianías contigo, nada de apatía, de pasividad. Aunque sea yo una roca angulosa y pesada, crees en mí como un canto rodado. Y pienso que tu misma búsqueda de expresión, sin límites c