
Este domingo pensaba escribir sobre Javier Sicilia. Sobre la caravana del consuelo. Sobre las voces conmovedoras que convierten ese 10% de víctimas colaterales, según cifras oficiales, en una vida personal con nombre, con destino, con familia, con dolor irreparable, y que las hermana a esas 40 mil muertes, doblemente victimizadas por el estigma de "víctimas inocentes" o "víctimas culpables y necesarias".
Pensaba escribir que sólo Javier Sicilia, con su profunda espiritualidad, podría entender y reflejar el dolor de esta nación que se desteje y descompone, entendiendo un lenguaje evangélico que habla de amor y justicia, ese que se ha abandonado en los púlpitos y en las instituciones clericales.
Pensaba escribir. Unir la trayectoria y ser de Sicilia con la realidad que vive este país, y la indignación que nos carcome a muchos, en silencio o en activismo.
Pero alguien lo ha hecho mejor. Alguien ha retomado la vida de Javier Sicilia, testimonios de amigos de infancia; de compañeros de estudios, de tertulias, de búsquedas y lo ha seguido a las marchas, a la actividad pública de este poeta. Alguien reunió el pensamiento y la vivencia profunda de Javier Sicilia con su papel actual consolando a las víctimas en este país (cosa que nadie ha hecho) y llamando a un alto a la sangre. Todo eso se encuentra en este reportaje.
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