A partir de que existe, claro, estratégico, la novela puede fluir. Para esta novela en la que me encuentro inmersa, ya encontré: un narrador en primera persona, que a veces se enajena de sí mismo y parece una tercera persona, y que a veces se acerca a sus afectos alrededor (de los que tanto se protege) y va a una segunda persona.
Nada de historias paralelas que se entrelazan. Un solo narrador que lleva el hilo. Una primera persona. La que vive, sospecha, padece la paranoia, el espionaje, la desvinculación, la lucha, la entrega, el refugio en sus guaridas de protección.
Y afuera de este narrador, el autoritarismo de los viejos regímenes, la semilla del México que vivimos ahora, el espionaje y la inteligencia de estado antes de los tiempos de internet, la esperanza de algunos cuantos, que ahora vemos como nostálgicos fósiles de un México que pudo ser y se nos escapó.
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