Debió ser un vaticinio: antes, en cuanto salía de la cama tenía la imperiosa necesidad de tenderla; de pronto, esa voz interna que me apresuraba dejó de hacerlo y la cama puede seguir así, destendida, hasta que tengo ganas u oportunidad de arreglarla.
Esa voz interna que me apura y me exige y me pone un checklist de tareas que va palomeando mientras añade otras tareas más, ya ha desaparecido, o tal vez habla tan bajito que no la escucho. Y ya no es sólo la cama. Mi interior está como una habitación con ropa tirada por todas partes, y no hay voz que ponga orden; veo la ropa revuelta sin saber bien a bien cuál está limpia y cuál sucia. Yo no tengo apuro alguno. Cierro la puerta, no veo el desorden, me siento a contemplar lo que pasa alrededor, y lo que está detrás de esa puerta no me importa ab-so-lu-ta-men-te-un-co-mi-no. Un día le llamaré a esa voz tirana para que vuelva y ponga orden. Pero no ahora.
Esa voz interna que me apura y me exige y me pone un checklist de tareas que va palomeando mientras añade otras tareas más, ya ha desaparecido, o tal vez habla tan bajito que no la escucho. Y ya no es sólo la cama. Mi interior está como una habitación con ropa tirada por todas partes, y no hay voz que ponga orden; veo la ropa revuelta sin saber bien a bien cuál está limpia y cuál sucia. Yo no tengo apuro alguno. Cierro la puerta, no veo el desorden, me siento a contemplar lo que pasa alrededor, y lo que está detrás de esa puerta no me importa ab-so-lu-ta-men-te-un-co-mi-no. Un día le llamaré a esa voz tirana para que vuelva y ponga orden. Pero no ahora.
Comentarios
seguiremos informando.
abrazos, Marian.