De la editorial me han dicho que puedo recorrer la fecha de entrega de la novela, si así lo requiero.
Creo que sí. Tengo una novela alineadita, como un Cubo de Rubik, con sus colores monocromáticos de cada lado. Pero me tienta romper ese orden. Siento que los personajes lo requieren.
Pilotos subyugados por su pasión por la aventura y el riesgo; o por su conciencia de vivir al límite de la muerte, no pueden revelarse en esa linealidad perfecta al lector.
¿Pero cómo cuadrarla? ¿Cómo armonizarla? ¿Cómo sacudirla y conservar la unidad? ¿Cómo inyectarle caos para clarificarla ante el lector?
Esos colores giraron con cierta locura en la cocina blanca de Luis este fin de semana.
Él cocinando. Yo hablando. Mezclando como él en el Wok posibilidades, motivaciones, experimentando cómo huelen unos ingredientes junto a otros.
Él tiene la receta. Así que vierte los elementos en el orden adecuado, aunque no parezca lógico. Y me dice acerca de mis mezclas: cuidado con el manejo de la muerte, cuidado con que el narrador focalizado en el personaje revele motivaciones que quieres dejar abiertas, cuidado con agotar demasiado pronto el recurso.
Sigo pensando en voz alta, dando pasos en la cocina blanca. Y de repente la cocina se impregna de un olor delicioso que une a todos los ingredientes en algo que ya no es calabacita, castañas orientales, ajo, pollo, sino ese platillo de cocina china que tiene un nombre concreto. Me fijo y veo una botella de vino de jerez sobre la cubierta. El toque.
Sobre los ingredientes y su orden, el toque que une todo.
El toque. Eso es lo que necesito.
Creo que sí. Tengo una novela alineadita, como un Cubo de Rubik, con sus colores monocromáticos de cada lado. Pero me tienta romper ese orden. Siento que los personajes lo requieren.
Pilotos subyugados por su pasión por la aventura y el riesgo; o por su conciencia de vivir al límite de la muerte, no pueden revelarse en esa linealidad perfecta al lector.
¿Pero cómo cuadrarla? ¿Cómo armonizarla? ¿Cómo sacudirla y conservar la unidad? ¿Cómo inyectarle caos para clarificarla ante el lector?
Esos colores giraron con cierta locura en la cocina blanca de Luis este fin de semana.
Él cocinando. Yo hablando. Mezclando como él en el Wok posibilidades, motivaciones, experimentando cómo huelen unos ingredientes junto a otros.
Él tiene la receta. Así que vierte los elementos en el orden adecuado, aunque no parezca lógico. Y me dice acerca de mis mezclas: cuidado con el manejo de la muerte, cuidado con que el narrador focalizado en el personaje revele motivaciones que quieres dejar abiertas, cuidado con agotar demasiado pronto el recurso.
Sigo pensando en voz alta, dando pasos en la cocina blanca. Y de repente la cocina se impregna de un olor delicioso que une a todos los ingredientes en algo que ya no es calabacita, castañas orientales, ajo, pollo, sino ese platillo de cocina china que tiene un nombre concreto. Me fijo y veo una botella de vino de jerez sobre la cubierta. El toque.
Sobre los ingredientes y su orden, el toque que une todo.
El toque. Eso es lo que necesito.
Comentarios
Este es un espacio zen, ¿se nota? Y yo sólo me peleo en la esquina de perro con lobo. Y a ratitos: sufro de pereza combativa.
Cocina blanca: cocinar sólo para "apantallar" (basta 1 vez).
Contenta: cuestión de pura-merita buena química cerebral.