
Creo que nunca había experimentado otro proyecto de manera tan orgánica como este de caligrafías. Y por orgánico me refiero a cómo mi mente, mi espíritu y mi cuerpo tienen que trabajar en él; la necesidad, por ejemplo, de trabajar en mi caligrafía (no de iconografía japonesa, vuelvo a aclarar), en el trazo para reaprender a escribir a mano. De esta manera involucro mi corporeidad e impulsos en la escritura.
Al leer sobre caligrafía y zen veo que hay una búsqueda de los japoneses que es gradual. "El camino" hacia la escritura, "el camino" hacia el nirvana. La caligrafía es un camino, una disciplina, donde la progresión del signo sobre el papel tiene un sentido y un orden. Igual la espiritualidad: hay un transcurrir entre niveles para llegar a esa nada tan zen.
Y veo que es igual entre la escritura y la espiritualidad. Porque si bien la disciplina, el rigor, la precisión es la que los lleva a ese punto, el destino final no es ese máximo esfuerzo coronado o llevado al límite como a una cumbre, sino que el destino final de la caligrafía, por ejemplo, es la libertad del trazo, la fluidez de él, el tránsito por el vacío, para llegar a nuevamente a él, al silencio. De igual manera en la espiritualidad, esa progresión los lleva finalmente al no raciocinio del camino, sino que el camino los lleva hacia el despojo, la intuición, el desapego, la nada.
Es la gran diferencia con occidente. Para nosotros, que es un hecho "histórico" (el Mesías muerto en la cruz), externo, tajante y puntual el que nos lleva a la salvación, no le damos un valor a esa disiplina, a esa progresión.
Traspolado al arte en occidente, parece ser una cuestión de genialidad, de un toque de gracia que viene con el nacimiento (igual como desde el momento de nacer por el bautizo ya somos redimidos).
Encuentro esa afinidad con lo japonés. Lo que logre hacer, al nivel al que lo logre, siempre lo he visto y lo veré como una cuestión de disciplina. Y eso lo debo tener en cuenta no sólo como una explicación, sino como un camino. Un camino que debo recordar cuando después de años de narrativa, en que disciplina significaba sentarme 3 horas diarias a escribir, ahora significa otro tipo de esfuerzo y estado de conciencia.
Comentarios
Un abrazo,
Eidania
Si no me disciplino, me pierdo.
Y es algo que le debo a mi padre: que nos enseñó a trabajar incansablemente y disfrutándolo.
Abrazos, Eidania :D
Un abrazo a ese padre que tienes, y también al recuerdo de esa madre, que estoy segura que al lado de tu padre trabajó en la formación de esos hijos que hoy tienen, que si se parecen algo a tí, estoy segura que también son unas ejemplares personas.
Saludos,
Eidania
Un abrazo.