
1.
Mi padre contó con su voz pausada sobre el accidente a los nietos y a las hijas. No hubo parte, no hubo investigación. Sí un acta de defunción que yo leí cuando era adolescente. ¿De dónde salió, entonces? ¿Y de dónde salió la fuerza de mi padre, para envolver a mi hermano en una sábana y viajar más de una hora con él en el carro, abrazándolo, para detener el cuerpo ya sin gobierno?
2.
Quiero volar, le dije a mi hermano Juan, dime cuándo puedo venir. Parecía haberle propuesto el juego que más le gusta, por la forma en que sonrió: ¿Quieres que te lleve hacia el mar? Quiero que me lleves a volar al valle, a las siembras, quiero saber lo que se siente fumigar. “Sí, y te llevaré al mar, para que veas dónde acaba la tierra” (lo confirmo: un fumigador no se desprende de la tierra cuando vuela).
3.
La Meri me cuenta que su padre, mi bisabuelo Juan, es el que nos heredó el amor por los libros. Él era el encargado de administrar el agua de un dren que atravesaba los campos del valle del yaqui, donde empezaban a asentarse los nuevos centros de población. Tenía que recorrer esos kilómetros, de punta a rabo, para ver si a alguien le faltaba agua, si era necesario comprar más. El bisabuelo Juan hacía el recorrido en un caballo blanco, y mientras el caballo trotaba, él leía: un periódico, un libro, lo que fuera.
Mi padre contó con su voz pausada sobre el accidente a los nietos y a las hijas. No hubo parte, no hubo investigación. Sí un acta de defunción que yo leí cuando era adolescente. ¿De dónde salió, entonces? ¿Y de dónde salió la fuerza de mi padre, para envolver a mi hermano en una sábana y viajar más de una hora con él en el carro, abrazándolo, para detener el cuerpo ya sin gobierno?
2.
Quiero volar, le dije a mi hermano Juan, dime cuándo puedo venir. Parecía haberle propuesto el juego que más le gusta, por la forma en que sonrió: ¿Quieres que te lleve hacia el mar? Quiero que me lleves a volar al valle, a las siembras, quiero saber lo que se siente fumigar. “Sí, y te llevaré al mar, para que veas dónde acaba la tierra” (lo confirmo: un fumigador no se desprende de la tierra cuando vuela).
3.
La Meri me cuenta que su padre, mi bisabuelo Juan, es el que nos heredó el amor por los libros. Él era el encargado de administrar el agua de un dren que atravesaba los campos del valle del yaqui, donde empezaban a asentarse los nuevos centros de población. Tenía que recorrer esos kilómetros, de punta a rabo, para ver si a alguien le faltaba agua, si era necesario comprar más. El bisabuelo Juan hacía el recorrido en un caballo blanco, y mientras el caballo trotaba, él leía: un periódico, un libro, lo que fuera.
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