
Las fotos de un Lula de cara enrojecido abrazando al emocionado Pelé lo confirman: Río de Janeiro es sede de los Juegos Olímpicos 2016.
No puede pintar mejor para Brasil. Ya Dilma Rousseff, la precandidata a la Presidencia de Brasil y mano derecha de Lula, lo decía: "En 2014 no vamos a reconocer este país", al referirse a los proyectos a mediano plazo que tienen para su nación que convocará elecciones en 2010. Si en el 2014 hay proyectos transformadores, imaginen ustedes cómo se detonarán de cara a los JJOO dos años después.
Y da envidia. Da envidia que en plena crisis financiera Brasil haya prestado al Fondo Monetario Internacional 10 mil millones de dólares. Da envidia que mientras caigan las tasas de empleo en todo el mundo, Brasil cierre el 2009 con un millón de nuevos empleos. Que mientras otros países se colapsan e incluso se declaran en banca rota (como Nueva Zelandia), Brasil cuente con reservas estimadas en 220 mil millones de dólares y con una irreductible sensibilidad social: 52.9% de los pobres de ese país han pasado a formar parte de la clase media, según los estudios de la Fundación Getulio Vargas.
Y da un gustazo que este país sea el elegido para la organizar los JJOO del 2016. Porque en Brasil nos debemos ver los países en vías de desarrollo, las economías que quieren crecer y dejar el patronazgo de Estados Unidos, los países latinoamericanos con democracias tan recientes y con un carácter latino tan propio. A Brasil debemos ver para saber qué están haciendo diferente para aumentar la riqueza del país y sacar a los pobres de la marginación.
Brasil, cuando ha intentado formar parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o cuando ha hablado como miembro del G-20, nunca lo ha hecho como el nuevo rico nuevo que no quiere voltear a ver su barrio bravo del que proviene. Brasil alerta a los países desarrollados sobre el debilitamiento del orden mundial que hasta ahora ha regido; clama por mayor equilibrio y representatividad para las economías emergentes y las naciones en vías de desarrollo, cuestiona la vigencia del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.
Por eso ahora nos toca a nosotros alegrarnos junto con Brasil: ¡Río 2016!
Y da envidia. Da envidia que en plena crisis financiera Brasil haya prestado al Fondo Monetario Internacional 10 mil millones de dólares. Da envidia que mientras caigan las tasas de empleo en todo el mundo, Brasil cierre el 2009 con un millón de nuevos empleos. Que mientras otros países se colapsan e incluso se declaran en banca rota (como Nueva Zelandia), Brasil cuente con reservas estimadas en 220 mil millones de dólares y con una irreductible sensibilidad social: 52.9% de los pobres de ese país han pasado a formar parte de la clase media, según los estudios de la Fundación Getulio Vargas.
Y da un gustazo que este país sea el elegido para la organizar los JJOO del 2016. Porque en Brasil nos debemos ver los países en vías de desarrollo, las economías que quieren crecer y dejar el patronazgo de Estados Unidos, los países latinoamericanos con democracias tan recientes y con un carácter latino tan propio. A Brasil debemos ver para saber qué están haciendo diferente para aumentar la riqueza del país y sacar a los pobres de la marginación.
Brasil, cuando ha intentado formar parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o cuando ha hablado como miembro del G-20, nunca lo ha hecho como el nuevo rico nuevo que no quiere voltear a ver su barrio bravo del que proviene. Brasil alerta a los países desarrollados sobre el debilitamiento del orden mundial que hasta ahora ha regido; clama por mayor equilibrio y representatividad para las economías emergentes y las naciones en vías de desarrollo, cuestiona la vigencia del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.
Por eso ahora nos toca a nosotros alegrarnos junto con Brasil: ¡Río 2016!
Comentarios