
Hemos perdido tanto: la capacidad de discernir, de jerarquizar, de sorprendernos, de indignarnos, de idealizar, de rebelarnos, de romper, de criticar, de opinar, de acertar, de equivocarnos, de sostener, de buscar congruencia. Hay un cinismo atravesándolo todo: la literatura, la música, el arte, la política.
Por eso cuando veo, escucho o leo algo que recupera la nostalgia, construyo una choza y me quedo ahí. La nostalgia es recuperar el alma de la pérdida.
Ahora que escribo sobre pilotos fumigadores, arraigados en el mundo rural, quise retomar la música norteña. No pude. La nostalgia por esos años de mi niñez no se reflejaba en las notas simples y festivas de esa música. Lejos de recuperar esos recuerdos me expulsaban de ellos. Aunque era la música que se escuchaba entonces, mis recuerdos no habitaban ahí.
Desistí.
Pero me topé con este grupo, Beirut, y su álbum “March of the zapotec”. Recordé claramente las fiestas con la banda sinaloense, los metales retumbando en mi pecho, azotándome, para que aceptara ese mundo como parte de mí. Rememoré la tristeza de ver el letargo del alcohol que corría a borbotones por las serpentinas de los barriles; el baile y caminar descompuesto de los borrachos. Las mujeres abanicándose lentas, sonrientes, en espera de un hombre tambaleante que las sacara a bailar.
Beirut me permite recuperar esa memoria, ese ambiente, pero no con literalidad. Es una reinterpretación de esa música, de esa tradición, de ese sopor, de ese mundo viril que se debate entre la frustración y la violencia.
Encontré. Escribí.
[les recomiendo probar algo de Beirut aquí o aquí]
Por eso cuando veo, escucho o leo algo que recupera la nostalgia, construyo una choza y me quedo ahí. La nostalgia es recuperar el alma de la pérdida.
Ahora que escribo sobre pilotos fumigadores, arraigados en el mundo rural, quise retomar la música norteña. No pude. La nostalgia por esos años de mi niñez no se reflejaba en las notas simples y festivas de esa música. Lejos de recuperar esos recuerdos me expulsaban de ellos. Aunque era la música que se escuchaba entonces, mis recuerdos no habitaban ahí.
Desistí.
Pero me topé con este grupo, Beirut, y su álbum “March of the zapotec”. Recordé claramente las fiestas con la banda sinaloense, los metales retumbando en mi pecho, azotándome, para que aceptara ese mundo como parte de mí. Rememoré la tristeza de ver el letargo del alcohol que corría a borbotones por las serpentinas de los barriles; el baile y caminar descompuesto de los borrachos. Las mujeres abanicándose lentas, sonrientes, en espera de un hombre tambaleante que las sacara a bailar.
Beirut me permite recuperar esa memoria, ese ambiente, pero no con literalidad. Es una reinterpretación de esa música, de esa tradición, de ese sopor, de ese mundo viril que se debate entre la frustración y la violencia.
Encontré. Escribí.
[les recomiendo probar algo de Beirut aquí o aquí]
Comentarios
Gracia por descubrir a Beirut, mañana busco el disco.
Aprevecho para recomendarte un texto de Gustavo Martín Garzo: "La infancia del mundo"; EL PAÍS, 20/07/2008.
Lo encuentras en mi bitácora
http://fredalvarez.blogspot.com/2008/09/la-infancia-del-mundo.html
¡Un abrazo Marian!
Tengo los discos oonmigo, los conseguí en Gandhi del centro de la Ciudad de México; sólo había una copia. La canción la Llorona está mal. Lástima.
Un abrazo
Fred Alvarez
Un abrazo.
Buscaré tus otras referencias. ¡Un abrazo!