Manuel y yo leímos nuestros textos para presentar Mascarada, y luego siguió el autor, Javo, quien curiosamente no leyó sus cuentos, como es usual, sino un ensayo sobre su propio libro. Javo leía con sobriedad, cuando ese hombre llegó y, aunque era tarde, se arriesgó y se sentó en primera fila.
Trae unos cartones medio rotos. Acomoda uno sobre sus piernas, y otro en la silla vacía que está a un lado. Parece estar en trance, parece que continúa la concentración que había empezado en otro sitio. Parece que un director lo ha urgido a entrar a escena de inmediato (¡Acción!) y él ha tenido que actuar de manera instantánea.
Ese hombre en trance es un pintor. Dibuja con rapidez, soltura y asertividad líneas por aquí y por allá. Su rostro es muy arrugado y se marca más en el esfuerzo. ¿O son cicatrices? A veces humedece sus dedos con saliva para tallar sobre lo que acaba de dibujar con su pluma bic.
¿Alguien le mide el tiempo? ¿Alguien le ordenó dibujar a contrarreloj?
Deja repentinamente el dibujo y toma el otro cartón más pequeño que tiene a un lado. Y sigue dibujando, sigue arrugando su rostro, sigue humedeciendo sus dedos y tallándolos sobre el dibujo, sigue consumiéndose en su flacura, en sus venas, en sus huesos, en sus arrugas, en las cicatrices, hasta que para el trance. Se detiene.
Y abre sus ojos como si recién despertara una mañana. Y me sonríe. Y sonrío y pienso, casi digo: buenos días, Sergio Rascón.
Trae unos cartones medio rotos. Acomoda uno sobre sus piernas, y otro en la silla vacía que está a un lado. Parece estar en trance, parece que continúa la concentración que había empezado en otro sitio. Parece que un director lo ha urgido a entrar a escena de inmediato (¡Acción!) y él ha tenido que actuar de manera instantánea.
Ese hombre en trance es un pintor. Dibuja con rapidez, soltura y asertividad líneas por aquí y por allá. Su rostro es muy arrugado y se marca más en el esfuerzo. ¿O son cicatrices? A veces humedece sus dedos con saliva para tallar sobre lo que acaba de dibujar con su pluma bic.
¿Alguien le mide el tiempo? ¿Alguien le ordenó dibujar a contrarreloj?
Deja repentinamente el dibujo y toma el otro cartón más pequeño que tiene a un lado. Y sigue dibujando, sigue arrugando su rostro, sigue humedeciendo sus dedos y tallándolos sobre el dibujo, sigue consumiéndose en su flacura, en sus venas, en sus huesos, en sus arrugas, en las cicatrices, hasta que para el trance. Se detiene.
Y abre sus ojos como si recién despertara una mañana. Y me sonríe. Y sonrío y pienso, casi digo: buenos días, Sergio Rascón.
Comentarios
Que la presentación haya sido todo un éxito =)