En mis manos. Una edición bella y cómoda de Ulises de James Joyce.
La hojeo y recuerdo la habitación donde la leía en el 89. Poca luz. El ambiente de otoño entrando por la ventana (el otoño siempre entra por la ventana). Voces de niños afuera. Los pasos arrastrados de la casera octagenaria. Las conversaciones sobre él por la tarde en la universidad, en un café, en una calle caminada.
Hojeo y clavo mis ojos en el último capítulo. Cierro el libro de un manotazo.
Calma.
Estás en Murakami.
Me digo.
La hojeo y recuerdo la habitación donde la leía en el 89. Poca luz. El ambiente de otoño entrando por la ventana (el otoño siempre entra por la ventana). Voces de niños afuera. Los pasos arrastrados de la casera octagenaria. Las conversaciones sobre él por la tarde en la universidad, en un café, en una calle caminada.
Hojeo y clavo mis ojos en el último capítulo. Cierro el libro de un manotazo.
Calma.
Estás en Murakami.
Me digo.
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