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Ablución pública

Sigue la depuración. Ahora en la oficina, pues la semana que entra nos mudamos a una oficina propia, en la zona de Hermosillo que más me gusta.

El tiempo se viene a mi mente como un carrete de negativos, antes de la era digital.

Encuentro: papelitos con la letra incipiente de Mariana; hojas que coloreaba en las eternas tardes junto a mí; unas casitas de plastilina para habitantes marcianos que construyó sobre platos de hielo seco; fotos viejas, viejísimas; el outfit de alguna polly pocket abandonada; carteleras del cine recortadas con palomitas que señalan las favoritas entre las opciones infantiles.

Pienso en la vida que nos ha traído aquí. Pienso a Mariana en el reclinable que he traído especialmente para ella, la pienso niña haciendo siesta, la pienso con su iPod o su nintendo DS ahora, en días recientes.

Pienso en la vida que hemos construido. En preocupaciones que me invadieron.

Encuentro: estados de cuentas, hojas de excell con el presupuesto del mes, listas de compras, listas de organización del cumpleaños de Mariana, pólizas de seguros de gastos médicos, contrato para un fondo de retiro, la radiografía torárica previa a la operación, boletos de avión para encuentros ahora innecesarios, poemas escritos en hojas sueltas en medio de una campaña publicitaria.

Pienso en lo que he depurado en mi vida. En lo ligera que me siento ahora.

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