Cuando inicio un capítulo nuevo de mi novela tengo las mojoneras que debo pisar, como el camino de piedras que uno construye sobre el fango. Pero luego al caminar lucho contra mis propias taras.
Siempre existe un peligro cuando escribo: que los personajes se metan en sus introspecciones y la acción no avance. Entonces me repito: acción, vida, lo demás es añadidura. Y por lo general esa añadidura debe provenir del lector.
Entonces cierro los ojos ante la pantalla. Me pierdo en la música que elijo para esa acción (como una banda sonora de la historia) y mis personajes se mueven solos, me dicen dónde les gustaría actuar.
Escribo y sé exactamente cuándo ellos se sienten cómodos ahí. La escritura fluye, la imaginación se despierta y edifica y conecta a los personajes en relaciones entre sí o su entorno. Estas conexiones no están en mis mojoneras. Es lo que he explicado con la imagen del tejido en la cara reversa de la tela.
Mientras más portentosa sienta esta fluidez, más claro tengo el misterio de escribir y esa frase de Paz: "alguien me deletrea".
Siempre existe un peligro cuando escribo: que los personajes se metan en sus introspecciones y la acción no avance. Entonces me repito: acción, vida, lo demás es añadidura. Y por lo general esa añadidura debe provenir del lector.
Entonces cierro los ojos ante la pantalla. Me pierdo en la música que elijo para esa acción (como una banda sonora de la historia) y mis personajes se mueven solos, me dicen dónde les gustaría actuar.
Escribo y sé exactamente cuándo ellos se sienten cómodos ahí. La escritura fluye, la imaginación se despierta y edifica y conecta a los personajes en relaciones entre sí o su entorno. Estas conexiones no están en mis mojoneras. Es lo que he explicado con la imagen del tejido en la cara reversa de la tela.
Mientras más portentosa sienta esta fluidez, más claro tengo el misterio de escribir y esa frase de Paz: "alguien me deletrea".
Comentarios
Siempre me da mucho gusto verte por aquí.