Tenía ganas de volver a las palabras cálidas, blandas, rodantes, musicales de la literatura latinoamericana.
Tenía ganas de leer Celestino antes del alba, de Reynaldo Arenas.
Tenía ganas de comentarlo. Pero Celestino no se comenta: se canta.
No se entiende: se vive.
Con Celestino se aprende que la narrativa es palabras, los seres humanos somos palabras, la vida es palabra.
Se aprende a jugar, se aprende a desmantelar esas estructuras narrativas, se aprende a creer en eso que escribimos en las hojas de los árboles aunque después lo corte el hacha.
Se aprende a creer en esas presencias al fondo del pozo, los otros que siempre acaban siendo el reflejo de uno mismo.
¿Qué sigue? Murakami: un vuelco a otro continente, sin pasar por Europa.
Tenía ganas de leer Celestino antes del alba, de Reynaldo Arenas.
Tenía ganas de comentarlo. Pero Celestino no se comenta: se canta.
No se entiende: se vive.
Con Celestino se aprende que la narrativa es palabras, los seres humanos somos palabras, la vida es palabra.
Se aprende a jugar, se aprende a desmantelar esas estructuras narrativas, se aprende a creer en eso que escribimos en las hojas de los árboles aunque después lo corte el hacha.
Se aprende a creer en esas presencias al fondo del pozo, los otros que siempre acaban siendo el reflejo de uno mismo.
¿Qué sigue? Murakami: un vuelco a otro continente, sin pasar por Europa.
Comentarios
Sin importar lo que los demás te digan yo sugiero iniciar con Tokio Blues.
Suerte en el murakami inicio.
Gracias :-)
Saludos.
:-P