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Las hijas que nos abren camino


Tengo una amiga y compañera de trabajo que tiene casi mi misma edad y una hija casi de la edad de mi primogénita. Ella es como verme a mí misma en caso de que mi vida no hubiera dado el volantazo de iniciar un nuevo matrimonio y ensamblar una nueva familia a mis 40 años, con una bebé en el combo. 

Muchas de las charlas que sostenemos a diario, entre junta y junta, entre horas frente a la computadora, entre caminatas de la oficina a los teatros que nos rodean, tienen este espejo entre la yo de ahora y la yo que transitaen otra dimensión: soltera, con una hija que ya superó la adolescencia e ingresa poco a poco a la edad adulta.   

Nuestras conversaciones también tienen otro contraste: la visión desde nuestros tiempos, como adolescencias en los 80, y la visión de nuestras hijas, que han crecido en otro milenio.

Ambas somos feministas, hemos tomado decisiones desde esas libertades conquistadas principalmente por la generación anterior a la nuestra; pero también las dos nos hemos dado contra la pared, al cuestionar nuestro feminismo frente a la emergencia del #MeToo, del #SeVaCaer, de la diamantina rosa, las protestas en el Ángel de la Independencia y la acción coreográfica “Un violador en tu camino”. Y gran parte de ese cuestionamiento ha provenido de nuestras hijas. 

Cuando surgió el #MeToo pasamos gran parte de la mañana reconociendo a amigos nuestros entre los mencionados y reconociendo también situaciones vividas que experimentamos con una normalización, la cual ese día nos resultaba tan desalentadora como vergonzosa.

Ambas tuvimos charlas con nuestras hijas. Y ambas nos maravillamos al ver que ellas lo tenían más claro que nosotras: los límites, las caretas de los predadores, las exigencias de respeto, integridad y libertad. Ese camino que creíamos que habíamos allanado, de repente se nos reveló de una forma más: eran ellas, nuestras jóvenes hijas, quienes desde cien pasos adelante nos mostraban el camino desbrozado por sus propias manos, no las nuestras; nos mostraban los dobleces que no alcanzamos a ver, los puntos ciegos que no pudimos desagraviar.

Estos movimientos actuales del feminismo desde redes sociales e incluso desde las calles, tienen un efecto maravilloso. Sí, es verdad, surge después de muchas luchas y victorias, así como derrotas de las generaciones feministas que han antecedido esta insurgencia; pero otra verdad luminosa es que estas nuevas generaciones, nacidas de otras feministas, nos evidencian los feminismos timoratos, los feminismos parciales, los feminismos negociados casi siempre en desventaja con nuestros pares hombres, los feminismos que han tenido miedo a la radicalidad. Ellas nos ven a los ojos y nos dicen sin titubear: vamos por la igualdad total o vamos por la igualdad total. No hay un paso atrás. No hay otro camino. Y aquí vamos alumbradas por sus valientes pasos. 

Publicado originalmente en Revista Este País.


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